14 de abril de 2009

Fluir como el agua

Dos estúpidas que no conocen, ni les importa qué es eso de las fórmulas de cortesía ... 

Buenas tardes, que desea?...

Buenas tardes, me indica que va a tomar, si es tan amable? ...

Ehh que te pongo?
 
 ... bla bla bla bla bla ... 

Un café con leche, con la leche fría, gracias...

Paso página,  ummmmmmm 

Juan José Valverde, El lloro en el río, La Opinión, Café Salzillo de la estación de bus, ... 



El agua es el medio natural donde se desarrolla la vida. Nuestro cuerpo está formado en tres cuartas partes por este elemento; la misma proporción de la superficie del planeta está cubierta por agua. Durante cada día nos relacionamos con el agua en multitud de ocasiones: cuando nos bañamos o la observamos fluir por su cauce habitual. Además de fuente de vida, el agua tiene unas cualidades naturales que pueden inspirar nuestro comportamiento. 

El agua nos enseña el valor de la aceptación y la tolerancia, por su capacidad de adaptarse y tomar de manera sencilla la forma de cualquier recipiente en el que se derrama. Si intentamos atraparla con fuerza entre las manos, se nos escapa con rapidez; si nos relajamos y la cogemos en  actitud receptiva, podemos conservarla y mantenerla entre nuestras manos. 

En movimiento, al agua fluye con ligereza, se desliza y penetra por cualquier pequeño resquicio. No busca las alturas para situarse en un nivel superior; ni para intentar mostrar su dominio: se dirige siempre hacia los lugares más bajos, más discretos y silenciosos, sin esfuerzo aparente. 

Nuestra forma de pensar o de actuar puede ser rígida, dura contundente o engreída. Si imitamos al agua, aprenderemos a fluir a buscando salidas naturales a los conflictos, dejamos de interferir con las ideas de los demás para dominar o imponer nuestro criterio por la fuerza. La escucha, la capacidad de comprensión, el situarnos al mismo nivel del otro son actitudes que podemos imaginar observando el suave discurrir del agua. 

La aparente debilidad y ligereza del agua es en  realidad fortaleza, su goteo continuo puede erosionar la roca más dura. La actividad paciente y constante se impone al deseo de querer controlarlo todo de manera inflexible; lo que parece débil adquiere fortaleza si goza de mayor flexibilidad y busca la pacífica armonía. 

El agua forma ríos, lagos, corrientes en un fluir continuo. Cuando está en movimiento pura y limpia, si se estanca puede descomponerse. No planifica sus acciones de manera consciente y premeditada, ni piensa en los beneficios que producirá; no tiene preferencias, no pertenece a nadie y a todos se ofrece por igual. Observando el movimiento cíclico del agua aprendemos a ser fieles con lo que sentimos en nuestro interior, a ser amables, receptivos, a comunicarnos con  naturalidad, a aceptar con respeto a los demás. 

El flujo normal y constante del agua representa el equilibrio de fuerzas, lucidez y la luminosidad. cuando ese flujo se desboca en una cascada o en una gran precipitación se impone la desmesura, el exceso, la ostentación de fuerza. El agua estancada se vuelve impura y contaminada, representa lo siniestro, lo perjudicial, lo destructivo. 

La pureza del agua es auténtica, sincera, modesta, sublime. Por ser tan suave y blanda, no puede ser dañada ni destruida: si se calienta, penetra en la atmósfera convertida en vapor para regresar de nuevo en forma de lluvia o humedad; si se contamina, con el tiempo retornará purificada. 

Al beber relajadamente un vaso de agua en un momento de silencio y tranquilidad, podemos ser conscientes de las sensaciones que provoca el flujo del agua en nuestro interior: Imaginemos que este flujo se va extendiendo por todos los lugares con armonía y sin distinción, de manera natural, sin esfuerzo. Si mantenemos la imagen del suave fluir del agua en todas nuestras relaciones personales, todos los cambios difíciles que transitamos se allanarán. 


Ummmmm me llevo la hoja, porque no me voy a acordar de todo ... ahora que no mira la estúpida ... 

Principio monologo de los 26.